“Vamos todos al banquete, a la mesa de la creación, cada cual con su taburete tiene un puesto y una misión”, es la frase con la que todo católico del municipio de Aguilares recuerda al padre Rutilio Grande García, y que además de ser parte de un cántico religioso y un emblema para su misión, está escrito en el lugar en el que su vida fue arrebatada.
Aunque el padre Tilo, como cariñosamente le decían, probablemente no era conocido hasta hace algunas décadas por muchos salvadoreños, para los pueblos de El Paisnal y Aguilares fue, desde su presencia en estas tierras, un pastor para los más pobres, los agricultores, los no letrados y los explotados laboralmente.
Rutilio Grande, nació un 5 de julio de 1928 en El Paisnal, hijo de Salvador Grande, quien fue alcalde de El Paisnal, y Cristina García, quien falleció cuando Rutilio tenía cuatro años.
Su vecina, María Gladys Tejada recuerda cómo desde pequeño, jugaba a ser sacerdote, a tal punto de comprar galletas que simulaban ser hostias para la comunión.
Carmen Moreno costurera guarda un crucifico que el padre le regalo»A los siete días (antes que lo mataran) me regaló este Cristo, me dijo él que estaba bendito; yo nunca dejo este cristo, cuando salgo a evangelizar lo llevo. Ese quizás era de él, porque lo tenía en la bolsa así y se lo sacó y me lo dio, me dijo: ‘te lo voy a dar, este Cristo, para que te quede de recuerdo’. Como a los siete días lo mataron, yo lo cuido porque lo bendijo y me lo dio de la bolsa, lo sacó y me lo dio, yo no pensé que me lo hubiera regalado», cuenta Carmen con orgullo.