Los vehículos, y sobre todo los eléctricos, se están convirtiendo en auténticos. La tecnología que los fabricantes necesitan para poder ofrecer un producto que esté a la altura, exige una inversión millonaria para hacerse realidad. Esta situación ha abierto los ojos a las empresas tecnológicas que han visto en el automóvil eléctrico y autónomo una oportunidad de negocio que no quieren dejar escapar. Por eso, las más importantes están preparándose para lanzar sus propios automóviles eléctricos al mercado acompañados de toda la tecnología que precisan.
Fabricar un auto eléctrico es mucho más sencillo que uno de combustión. El número de componentes es mucho menor además de ser intrínsecamente más sencillos. La diferencia más importante es que para su gestión necesitan un software mucho más potente, que se complica todavía más cuando se les unen los sistemas de conducción autónoma.
Las propias empresas tecnológicas están invirtiendo importantes sumas de en programas de I+D relacionados con la automoción. No están dispuestas a desarrollar el software y los servicios que se supone que impulsan los autos construidos por otros. Si bien fabricar el vehículo completo en una planta propia puede ser complejo, sí dictarán sus especificaciones a un tercero que lo construirá por encargo en el que implementarán el software que ellos han creado.
Su mayor ventaja son los recursos que tienen para desarrollar las tecnologías que los fabricantes tradicionales no pueden diseñar por su cuenta. Pero por otro lado, las empresas tecnológicas tienen poca o ninguna experiencia en las necesidades y los procesos que conlleva producir un automóvil diferente eléctrico.